Reflexiones bajo el cielo de Laponia

Reflexiones bajo el cielo de Laponia

Foto: María Castañeda.

A mí, María, como gerente de Castañeda & Asociados, una compañía me invitó a un viaje a Laponia a finales de marzo. De miércoles a domingo. Casi podría decirse que fue un viaje comprimido, porque el grueso de las actividades programadas se concentró en apenas 48 horas. Se me hizo corto, lo confieso, sobre todo porque esta vez el motivo no era laboral, sino puro placer.

Geográficamente hablando, Laponia es una vasta región de 388.350 km² que, en su parte finlandesa, limita al norte con el océano Ártico. Es conocida mundialmente por ser el hogar de Papá Noel, a quien tuve la oportunidad de conocer. Desconozco cómo de estresante es su madrugada del 25 de diciembre, pero me gustaría que conociera cómo es, en muchas ocasiones, el ritmo frenético de nuestra profesión. El mío, con Castañeda & Asociados, pero me atrevería a decir que el del grueso de mis compañeros de profesión.

Pero, además de ser el hogar del entrañable ancianito, Laponia es conocida por sus auroras boreales, las llamadas luces del norte. Este fenómeno natural, que tiñe el cielo de colores entre agosto y abril, es esquivo y caprichoso. Y, sin embargo, por azares de la vida, tuve la oportunidad de presenciar algunas. En forma de cortina. En forma de aro. Como si fuera un anillo de Saturno. Para mí fue una experiencia embriagadora, mágica. Me pregunté cómo tendrían que sentirse los habitantes de estas tierras heladoras hace miles de años al observar ese espectáculo sobrenatural, que yo me atrevería a describir como espiritual.

Bajo aquellos cielos inmensos, como los de la novela de Alfred Bertram Guthrie, reflexioné acerca de este pequeño instante —efímero en este caso porque algunas auroras duran horas— y la paciencia para alcanzar las metas en la vida. Porque, aunque existen momentos de suerte como este, la realidad es que el “éxito” rara vez llega de la noche a la mañana.

Echo la vista atrás y pienso en el camino recorrido desde que terminé la universidad. Aquellos años despreocupados quedaron atrás y, en su lugar, llegó el desafío de labrarme un espacio en el mundo de la mediación de seguros. No ha sido fácil. Lo repetimos a menudo, pero nuestra correduría se ha construido sobre la base del esfuerzo. Y, además, con una gran dosis de paciencia: la capacidad de persistir y esperar a que el trabajo dé sus frutos.

Foto: María Castañeda.

Haciendo esta reflexión bajo el frío polar, entendí que navegar por el río de la vida requiere de grandes dosis de paciencia. En los estudios, en el trabajo y en las relaciones personales. Incluso es aplicable a nuestro sector como en las inversiones o el ahorro.

Seguiré cultivándola, mientras agradezco que, de vez en cuando, la vida nos regale momentos tan inolvidables como este. Recordaré las auroras boreales por su indescriptible belleza, pero también por dar sentido a parte de mi vida, como es el trabajo: la perseverancia siempre encuentra su recompensa.

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